Cómo acompañar a los alumnos con trastorno psicótico
La escuela y el instituto tienen un papel relevante en la detección precoz de los problemas de salud mental, que facilita que pueda haber una intervención global cuanto antes mejor. Pero también es importante la acogida del alumno o la alumna cuando vuelve a la escuela después de un periodo en el que ha tenido que dejar temporalmente a los compañeros y compañeras. En este caso, planteamos algunas recomendaciones para que el profesorado pueda acompañar de la mejor manera al alumnado después de haber tenido un brote psicótico.
Identificar de manera precoz un problema de salud mental
Los centros educativos son espacios que tienen que promover el bienestar emocional y la prevención. Por eso, resulta imprescindible que los profesionales del ámbito educativo estén capacitados para poder identificar señales de alarma de posibles alteraciones de la salud mental y, si las detectan, puedan seguir los pasos necesarios de derivación.
En el caso de los trastornos psicóticos, algunos de las señales de alarma que los equipos docentes y profesionales de los centros escolares pueden detectar de manera más frecuente son:
- Alteraciones del pensamiento y de la percepción.
- Desorganización de la conducta.
- Falta de energía, de motivación, de interés, etc., de manera extrema e involuntaria.
- Apatía.
- Disminución del rendimiento académico.
- Alteración o déficit en funciones cognitivas.
- Impulsividad.
Hay que tener en cuenta que estas señales de alarma pueden ayudar a hacer una detección temprana, pero no se tienen que usar para hacer un diagnóstico clínico de brote psicótico desde la escuela. La información que se recoge desde el entorno educativo puede ayudar a los profesionales de la salud a valorar el caso de una manera más global, pero serán ellos los que determinarán si lo que se ha observado encaja o no con el diagnóstico.
La vuelta a la escuela después de un brote psicótico
La psicosis, a veces, se manifiesta con síntomas que dificultan especialmente el área cognitiva, afectiva y social. Se debe tener presente que la escuela y el instituto son agentes de socialización donde se dan de manera natural algunas situaciones que pueden generar ansiedad a la persona afectada, que para el adulto pasen totalmente desapercibidas.
Cuando un niño o un joven ha tenido un brote psicótico y su asistencia en el centro educativo se ha visto interrumpida por el momento agudo del trastorno, la propuesta de reincorporación a menudo se vive como un reto tanto para el alumno y su familia como para el mismo centro. Un acompañamiento respetuoso por parte de todos los agentes implicados será clave para el éxito de este nuevo camino en el que el alumno debe ser el centro.
Hay situaciones que se dan de manera natural en la escuela o en el instituto que se pueden convertir en picos de estrés poco aconsejables, que pueden convertirse en precipitantes de una recaída.
La edad de inicio del trastorno, la duración del episodio, el tratamiento farmacológico y el nivel cognitivo previo al debut, entre otros aspectos, determinarán el impacto en el rendimiento cognitivo del alumno. Así pues, desde el marco educativo, se tendrá que emprender el aprendizaje en entornos flexibles, con opciones variadas y respuestas ajustadas a las necesidades del alumnado. No debemos olvidar que no todo se reduce al posible deterioro cognitivo.
Las horas puntas de entrada y salida en el centro escolar, el rato de recreo o comedor, las exposiciones ante el grupo-clase, la realización de trabajos con iguales, la organización semanal de las tareas, llevar la agenda al día, preparar exámenes, la asistencia en el centro de prácticas o las excursiones, por ejemplo, se pueden convertir en situaciones que generen picos de estrés nada aconsejables y que pueden convertirse, a veces, en precipitantes de una recaída.
El nivel de angustia de la persona que ha debutado con un brote psicótico a menudo es tan alto, que hay que dar respuesta desde las diferentes áreas y siguiendo una misma línea. Por eso, es necesario que el centro educativo ponga a su alcance algunos factores protectores individuales, como por ejemplo:
- Tener una persona de referencia y confianza (co-tutor).
- Disponer de un espacio al que acudir en momentos de crisis.
- Anticipar cambios curriculares significativos.
- Hacer propuestas de adaptaciones de horario.
- Garantizar un seguimiento tutorial frecuente.
- Ofrecer reducción o adaptación de contenidos curriculares.
- Revisar la planificación de los grupos.
- Modificar la manera de evaluar.
- Potenciar el trabajo individual y en grupos pequeños.
Un trabajo conjunto
Para estandarizar propuestas como estas, es imprescindible que trabajemos de manera conjunta con las escuelas y los institutos, ofreciéndoles asesoramiento y estrategias que puedan generalizar dentro de la vida escolar. Informar, resolver dudas y romper el estigma frente a la psicosis empodera al equipo docente. También es básico recordarles que, pese a la fragilidad del momento del alumno, la escuela es un agente protector y terapéutico en estos casos, y que necesitamos la máxima implicación del profesorado.
El centro educativo debe elaborar un Plan de apoyo individualizado, con la participación de la persona afectada y de la familia, que planifique las actuaciones y los apoyos necesarios ante situaciones concretas
En esta línea, a la hora de plantear cualquier propuesta educativa, hay que hacerlo de manera conjunta con la familia y el alumno o alumna afectado, que tiene que poder explicar sus inquietudes y con qué se siente capaz de comprometerse dentro del entorno educativo. Por eso, es importantísimo que se sienta respetado, aceptado y querido. Hay que acompañarlo y asesorarlo en la toma de decisiones educativas, sin restarle autonomía.
La elaboración de un Plan de apoyo individualizado por parte del centro escolar, donde se recojan las valoraciones y las tomas de decisiones de los equipos docentes (con la participación de la familia y del alumno o alumna) sobre la planificación de medidas, actuaciones y apoyos para dar respuesta a situaciones singulares es un elemento imprescindible para lograr una escuela para todo el mundo, que no excluya a nadie, y que garantice la equidad y la igualdad de oportunidades para el éxito educativo.
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