¿Qué instrumentos se utilizan para diagnosticar autismo en una persona adulta?
Existen diversas herramientas validadas para el diagnóstico de las personas con autismo, como la Escala de Observación para el Diagnóstico del Autismo (ADOS) o el ADI-R, una entrevista semiestructurada que se le hace a los progenitores para tener información sobre algunos aspectos del desarrollo, siempre que la persona adulta esté de acuerdo y haya buenos informadores. Ambas pruebas tienen validez contrastada, pero también tienen algunas limitaciones, como la validez en la población femenina o algunos sesgos culturales, y requieren formación específica para poder pasarlas.
También se pueden utilizar las escalas autoadministradas, como el cociente de espectro autista (AQ) o el coeficiente de empatía (EQ), siempre que la persona tenga un buen insight y no haya dificultades graves en la comprensión. También puede ser de utilidad hacer un examen neuropsicológico y de funcionamiento intelectual para ver el perfil neuropsicológico, sobre todo por lo que se refiere a las funciones ejecutivas (planificación, flexibilidad cognitiva...) y la adaptación, o para detectar posibles comorbilidades.
Estas pruebas dan información al profesional especialista para poder determinar el diagnóstico. La elección de las pruebas depende del criterio clínico, pues no todas son adecuadas o tienen la misma sensibilidad diagnóstica. Es muy importante hacer una buena entrevista clínica, y que el o la profesional esté especializado en autismo, pero que tenga también una buena formación en neurodesarrollo y salud mental en general, para poder hacer un diagnóstico diferencial.
El autismo es una condición multifactorial, que no está estrictamente ligada solo a la genética, sino también a variables ambientales. Se recomienda el análisis genético ante situaciones donde la persona autista tiene discapacidad intelectual o hay una sospecha sindrómica.