Ajustar la actividad académica durante el tratamiento de un TCA

Resumen
Cuando una persona está en tratamiento por un trastorno de la conducta alimentaria, una de las cuestiones que le genera más inquietud, y también a su entorno, es cómo se ajustará su actividad académica al momento que está pasando.
Como docentes, para idear un acompañamiento educativo que regule la intensidad académica a lo largo del tratamiento, debemos tener en cuenta, desde el inicio, que se trata de una situación importante que necesita ser atendida y que es fluctuante y permeable.
Ante esto, el planteamiento puede ser diferente dependiendo del centro educativo, de la familia y del alumno o alumna. Como extremos del abanico de posibilidades, podemos encontrar dos opciones:
- Detener drásticamente los estudios hasta la recuperación o finalización del tratamiento. Esta opción puede suponer un descanso para la persona en cuanto a la exigencia académica, pero también se corre el riesgo de favorecer un contexto de aislamiento, desmotivación, desesperanza, pérdida de identidad y de proyecto personal formativo.
- Mantener el mismo nivel de intensidad académica que antes del inicio del tratamiento. En este caso, se obvia la necesidad de tiempo, presencia y energía que la persona requiere para atender a las implicaciones del trastorno en su día a día y para poder recibir la ayuda adecuada.
Preguntarnos cuáles son las necesidades de la persona
Estas posiciones ofrecen escenarios drásticos que pueden conducir a una respuesta educativa poco esperanzadora o realista. El reto, por lo tanto, está en tejer un plan educativo equilibrado, que deje espacio al tratamiento y también favorezca, de manera ajustada, la continuidad del proyecto educativo y personal. De este modo, la persona podrá:
- Tener momentos en los cuales la mente esté ocupada en cuestiones enriquecedoras y saludables.
- Compartir experiencias con iguales.
- Seguir cultivando una idea de futuro estimulante.
- Mantener espacios de relación propios de la edad.
- Promover identidades sanas como estudiante, compañera y alumna.
- Estimular las capacidades cognitivas y las competencias personales.
- Desarrollar habilidades para una convivencia respetuosa y crítica en la comunidad.
Algunas preguntas que podemos hacernos los docentes para tomar decisiones sobre cuál es la intensidad de la actividad académica más adecuada en cada momento son:
- ¿Respeta las necesidades de cuidado actuales del alumno o alumna?
- ¿Proporciona impulso y apoyo a la continuidad formativa?
- ¿Fomenta la motivación actual de la persona?
- ¿Promueve la curiosidad por seguir aprendiendo?
- ¿Mantiene y refuerza el vínculo con el centro educativo y su comunidad?
- ¿Favorece el aprendizaje y permite la evaluación de este?
Hay que tener en cuenta también que la respuesta educativa no depende sólo de la voluntad o criterio de los distintos agentes. También está determinada por la normativa específica de cada territorio para cada etapa. Por este motivo, y porqué cada estudiante y centro educativo presenta sus especificidades, no existe una única respuesta educativa aplicable a todo el alumnado cuando estamos delante de un tratamiento por un trastorno alimentario.
El reto está en tejer un plan educativo equilibrado, que deje espacio al tratamiento y también favorezca, de manera ajustada, la continuidad del proyecto educativo y personal.
La clave: la coordinación educativa
Dada esta singularidad y con el fin de garantizar un buen ajuste de la intensidad académica, es importante tejer una red donde todos los agentes implicados ofrezcan su punto de vista. Es muy importante velar por una mirada amplia y compartida que quede recogida en un plan educativo individualizado, con la participación de:
- El profesorado y el equipo de orientación del centro y la zona: pueden aportar mucho conocimiento sobre la trayectoria académica del alumnado, la vinculación con el centro y la comunidad educativa, las motivaciones y proyecciones formativas, así como las distintas posibilidades de adaptación que se pueden presentar.
- La familia y la persona afectada: van a poder aportar una mirada imprescindible en cuanto a los deseos, inquietudes, preocupaciones, dificultades, resistencias, posibilidades de apoyo, frustraciones, etc.
- El equipo multidisciplinar de la unidad terapéutica: podrá establecerse como punto de apoyo y encuentro para aportar de forma precisa en que momento de la evolución está la persona y facilitar que todas las miradas se enfoquen en objetivos comunes, realistas y esperanzadores.
Evidentemente, este ejercicio de coordinación no debe ser puntual sino periódico. Es importante que así sea, ya que estamos hablando de un proceso fluctuante. Para que esta comunicación pueda ser fluida y sostenida en el tiempo, es importante acordar la manera más cómoda y viable para todas las partes.
En conclusión, optar por una respuesta educativa individualizada y flexible, revisada de forma periódica, favorecerá que la intensidad académica se ajuste, en términos de respeto y estímulo, a las necesidades y posibilidades de la persona durante el tratamiento y la recuperación.
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