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Pilar Polo Polo, psicóloga y responsable de relaciones institucionales de la Fundación Vicki Bernadet.

«Se necesitan al menos 20 años para reparar la herida comunitaria de los abusos sexuales infantiles»

Mònica Fidelis Pérez de Tudela
Mònica Fidelis Pérez de Tudela
Periodista. Project Manager
SOM Salud Mental 360
Pilar Polo foto interna

¿Qué es una crisis en la comunidad en los casos de abusos sexuales infantiles?

«Hay muchos tipos de abusos sexuales. Básicamente, un abuso sexual infantil se puede dar en tres espacios: 

  • En el espacio intrafamiliar, que es un espacio de convivencia. 
  • En un espacio de confianza, que es donde tu llevas a tus hijos porque confías en que serán bien tratados.
  • El espacio público, que es la calle, el transporte público, etc.

Los casos que suceden en los espacios de convivencia afectan a personas concretas, que son las afectadas y son muy importantes, pero no generan una crisis social a no ser que la figura abusadora sea una persona muy relevante. Por ejemplo, que sea un profesor denunciado por su familia y que pueda afectar, de forma concreta, en el instituto donde estaba haciendo clases. 

Cuando se generan crisis sociales son los casos que pasan en los entornos de confianza, como entidades educativas, de ocio o culturales. En estos entornos nos encontramos con los “abusadores profesionales”, es decir, aquellos que aprovechan su profesión para estar en contacto con niños y niñas. 

Estos casos tienen un impacto devastador porque tenemos a las víctimas directas, que son las que han revelado las situaciones de abuso, pero, por otro lado, aflora una sospecha enorme de que puede haber más víctimas que no lo han contado. 

Esto genera un malestar inmenso entre las familias que forman parte de esta comunidad y que están preocupadas por si su hijo o hija puede ser una de estas víctimas que no lo ha explicado. A la vez, nos encontramos a otras personas que han convivido con la persona abusadora, a la que les puede unir una amistad o una relación laboral y que deben enfrentar la incredulidad y el sentimiento de culpa de pensar que no se han dado cuenta de nada. Es decir, tenemos a diferentes miembros de la comunidad heridos por un hecho muy concreto como es el abuso sexual infantil. Cuando los abusos acontecen entre personas menores de edad, que ya es 1 de cada 3 casos, tenemos, como mínimo, a dos familias enfrentadas que pueden tener posiciones muy antagónicas, incluso llegar a expresar que estamos exagerando y que son cosas de niños. Claro, cuando se dan casos en zonas urbanas grandes, puede quedar diluido, pero cuando sucede en ciudades medianas o pequeñas, o entornos más rurales donde todo el mundo se conoce, esto es una bomba devastadora que puede cambiar por completo la vida del municipio.

También nos encontramos con crisis sociales en casos en que el abuso se ha producido en entornos públicos. Esto sucede a veces por las propias características del caso. Es lo que sucedió, por ejemplo, en el caso de “la manada” de Badalona, que implicaba un abuso grupal de menores en un centro comercial.

También se generan crisis con los casos prescritos, muchas veces relacionados con congregaciones religiosas que siguen siendo agentes educativos. Son casos en los que aparecen sentimientos muy potentes relacionados con el encubrimiento, la mentira…Y también hay que gestionar los sentimientos de los profesores que forman parte de esta comunidad cuando aparecen los casos y que tienen que estar emocionalmente fuertes para poder seguir con su labor educativa y proteger a su alumnado. Aunque se trate de casos antiguos, estos profesores se pueden sentir señalados, aunque no hayan hecho nada. Es complicado de gestionar».

¿Ha cambiado en estas últimas décadas la conciencia de comunidad? ¿En qué momento estamos?

«Yo tengo la sensación que Europa no ha sabido hacer trabajo comunitario. Tenemos ciudades hiperindividualistas en las que no se ha cuidado o trabajado suficientemente la parte comunitaria. Y es por ello que no sabemos cómo gestionar la comunidad cuando hay una crisis porque no tenemos conciencia de comunidad. ¡Si incluso nos cuesta comprometernos con nuestra comunidad de vecinos, que es un entorno muy cercano! Las comunidades, además, pueden ser muy complejas. Imagínate una escuela que tiene un alumnado con gran dispersión territorial…puede ser muy complicado.

Pese a esta complejidad, por mi experiencia profesional tenemos claro que hay momentos en los que debes tener esta mirada comunitaria, y entender que existen víctimas secundarias, que no han estado dañadas directamente porque quizás no hay un abuso sobre tu familiar, pero que esto no impide que aparezcan los sentimientos de culpabilidad, traición, vergüenza, desconfianza. De golpe y porrazo hay una desconfianza total en un espacio que tu considerabas seguro y esto te desmonta la vida. Las personas necesitamos confiar en que todo va a ir bien para ir tranquilas por la vida. 

No sabría decirte si esta conciencia de comunidad ha cambiado a lo largo de las décadas. Lo que sí sé es que llevo años picando piedra y ahora, en 2024, es cuando empiezan a escuchar sobre este tema».

¿Desde cuando hacéis esta función de contención de crisis?

«La primera contención comunitaria importante la hice hace diez años y recuerdo que fui sin referencias porque no las había, no había nada que nos guiara sobre cómo hacerlo, así que me basé en mi experiencia sobre gestión de grupos. Y empecé mal esa sesión. Empecé diciendo una frase que nunca más he vuelto a decir. Lo que sucedió es que acudí pensando que me encontraría una comunidad queriendo linchar a la persona abusadora, pero me encontré a una comunidad que apreciaba a esa persona. Claro, la situación era muy diferente a lo que yo presupuse. 

Diez años después, personalmente, no conozco a ninguna otra organización que haga lo que hacemos en la Fundació Vicki Bernadet, y tampoco somos tantos lo que lo hacemos. Visto desde fuera, cuando explicamos lo que hacemos, puede parecer una intervención simple, pero no lo es en absoluto. 

Es mi experiencia de más de veinte años la que me guía en la escucha activa de las personas que forman esa comunidad, en dar las pautas psicoeducativas a estas respuestas que recibo, contener y validar las emociones que surgen. 

Les explico por qué les valido estas emociones y les ayudo a entender por qué suceden estas cosas, por qué se sienten así. Les comparto también todo lo que se sobre las figuras abusadoras y por qué no lo han detectado. Esto no es nada fácil de hacer cuando estás delante de 50 personas angustiadas.

En este sentido, nosotros tenemos un aprendizaje hecho desde la honestidad y desde la comprensión de la problemática del abuso sexual infantil de una manera muy amplia. Tenemos la suerte de que desde la Fundación hacemos mucho más que una intervención psicoterapéutica. Es decir, hemos trabajado diferentes protocolos y entendemos bien las inquietudes de las entidades; estamos muy presentes en las escuelas, haciendo prevención, y conocemos bien cómo ‘respiran’ los docentes y los alumnos. Todo ello nos da cierta tranquilidad en el momento de abordar situaciones que pueden ser muy complejas y desagradables».

¿Por qué es indispensable trabajar en la prevención comunitaria?

«Es indispensable trabajar en la prevención comunitaria porque es responsabilidad de todos proteger a los niños y niñas. Cualquier entidad que propone una actividad en la que invita a las familias que traigan a sus hijos e hijas, asumen dos funciones clave que son el cuidado y la protección. Por tanto, deben autoexigirse que todo su trabajo esté basado en el buen trato. Esto significa que toda la entidad trabaja de la misma manera para asegurar este buen trato y que cada persona de la entidad tiene la obligación de llamar la atención a otro compañero o compañera si detecta que se está apartando de las líneas de este buen trato acordadas. Y si no le hacen caso, tiene que poder hablar con la dirección de esa entidad para alertar de estas conductas. Es responsabilidad de todos, pero esto significa que antes hemos tenido que hablar de muchas cosas dentro de la entidad en relación al buen trato y el derecho de los niños».

¿Qué significa hacer contención?

«Contención, metafóricamente hablando, es convertirte en un vertedero donde te envían todas las deposiciones, las guardas y las reutilizas para convertirla en abono para que crezcan flores. Cuando estás haciendo contención, la gente te lanza todo a la cara porque tú le preguntas directamente. Y mientras eso sucede, miras a los ojos de esa persona de forma empática, entendiendo porqué dice una cosa y no otra. Por eso es tan difícil».

¿Y cómo te afecta a ti emocionalmente?

«Es muy curioso, pero para mí es mucho más fácil contener el sufrimiento, porque lo entiendo, que contener incomprensión. Este año he tenido que enfrentarme a una situación en la que había una denuncia contra un profesor y todo el resto del profesorado decidieron que el niño mentía. Acudí allí para saber cómo estaban y me encontré con personas muy enfadadas por el hecho de que cualquier alumno les podía acusar de cualquier cosa y les despedirían. Esta ha sido una sesión de las más difíciles que he hecho nunca porque hay cosas que no las entiendo. Me era muy difícil ponerme en su situación porque delante de mí no tenía educadores, sino trabajadores que tenían miedo a perder el trabajo. Es lícito, por supuesto, pero a mí me cuesta mucho comprender a personas que no empatizan con un niño o niña que ha verbalizado una situación de abuso. Salí muy tocada, y si me llega a pasar esto hace 20 años quizás no me hubiera dedicado a este tema. Lo que quiero decir es que contener el sufrimiento sincero no me cuesta, se cómo hacerlo y si puedo proporcionar paz a unas cuantas personas, ya me siento compensada».

¿Cómo realizáis esta contención cuando os piden ayuda en casos de crisis sociales?

«Cuando hacemos una intervención, lo primero que hacemos es explicar a las personas que forman parte de la comunidad afectada cómo se produce un abuso para que entiendan que la persona abusadora es altamente controladora y manipuladora. Es importante que entiendan que la persona abusadora manipula al niño o la niña, pero también a todo el entorno. Aparece siempre el sentimiento de culpabilidad por no haberse dado cuenta, pero, la final, el entorno también es una víctima de esta manipulación. 

Los “abusadores profesionales” son personas que funcionan siempre de la misma manera: son unos trabajadores excelentes. Hacen tan bien su trabajo que, poco a poco, van traspasando límites y el entorno lo permite por la confianza absoluta que tienen, hasta el punto que consiguen no ser supervisados y van creando sus propios espacios sin supervisión.

 Claro, los compañeros y compañeras no saben lo que está sucediendo en esos espacios. Es muy curioso porque cuando explicamos todo este funcionamiento en las sesiones, vas viendo cómo les va cambiando la cara porque le estás poniendo palabras a algo que ellos no sabían cómo ponerle palabras. Las palabras tienen el poder de crear un sistema cognitivo, una manera de entender la vida. Cuando les ayudamos a poner palabras a una cosa que no pueden comprender, poco a poco y con mucho dolor, estas personas van haciendo su duelo. En muchas ocasiones hay un dolor inmenso porque hay mucho cariño, mucha relación con la persona abusadora y esto requiere un tiempo de duelo que debemos respetar. Esta parte psicoeducativa es básica y muy importante.

Luego, está la escucha. Escuchamos mucho todo los que nos dicen, validamos sus sentimientos de duelo, de dificultad en entender, de aprecio por la persona abusadora…».

¿Cómo os llegar los casos a la fundación?

«Las peticiones nos pueden llegar de diversas maneras, pero lo habitual es que nos lo pida la propia entidad afectada. Normalmente nos contactan después de que las administraciones públicas les digan que no les pueden dar este servicio, porque no hay tanta gente que pueda ponerse delante de un grupo impactado por una situación de abusos sexuales infantiles, con todo lo que conlleva. Es algo que no se enseña. Nosotros podemos hacerlo porque llevamos muchos años haciéndolo, por nuestro conocimiento sobre cómo suceden los abusos».

 ¿Cuánto dura una intervención de contención?

«Es difícil de contestar. El primer caso que atendimos y a petición de la propia escuela, tuvo un recorrido de tres años porque era un entorno rural, en el que las familias acabaron marchándose del pueblo. Recuerdo que la primera intervención la hice con las familias, en una sesión con 70 personas; trabajamos con el claustro, con el alumnado, hicimos talleres formativos, un acompañamiento para encarar el siguiente curso y, un tiempo después, vimos que aún había muchos rumores porque no se había acabado de dar un buen relato sobre lo sucedido. Así que seguimos trabajando con la escuela y las familias para acabar de encontrar una solución para cerrar el tema. 

En otras situaciones nos encontramos con que hay una salida en prensa con un caso concreto y se hace una intervención con familias y así se queda. Hay muchos factores que influyen, depende del punto de inicio, de en qué circunstancias empezamos a trabajar y cómo gestionamos, a partir de ahí, la intervención. 

Cada caso nos lleva a lugares diferentes. 

No hay una metodología clara, pero para mí hay tres puntos fundamentales: la psicoeducativa, la escucha activa y empática, y la validación de los sentimientos. A esto añadiría, ser honesta, no mentir nunca, decir lo que se y lo que no, y nunca ponerme de parte de nadie. 

Nunca voy con certezas absolutas, y procuro ser muy directa con las palabras que utilizo. Hay que poner nombre a las cosas y avisar que de lo que vamos a hablar va a ser doloroso. Sabemos, además, que seguro que en esa sala habrá alguien que habrá sufrido abusos y que todo esto le habrá removido muchas cosas y que tenemos que saber gestionar también».

Al igual que habláis de reparación a la víctima, ¿hay reparación en la comunidad? 

«Hacen falta 20 años para que una entidad educativa, deportiva, de ocio o de cultura se rehaga realmente de una situación de abuso sexual infantil. En el caso escolar, por ejemplo, necesitas que los que están en P3 terminen colegio y, en caso de hermanos pequeños también. Esto son 20 años aproximadamente. Durante este tiempo, puedes reparar si haces bien las cosas. Es decir, hay entidades que lo han hecho bien y hasta han salido reforzadas de la situación. Al final, en un abuso sexual infantil, la variable mediadora más importante, tanto a nivel individual de la víctima principal como a nivel de las victimas secundarias, es la respuesta social que recibes

Para la persona que ha recibido el abuso la respuesta social que necesita es la credibilidad y la ayuda. A nivel comunitario, la respuesta que se necesita es que la entidad donde ha sucedido el abuso se haga responsable y pongan los mecanismos necesarios para que no vuelva a suceder. La comunidad es bastante comprensiva cuando entiende que se trata de una persona que ha abusado aprovechándose de su posición profesional, pero para ello es necesario que la entidad sea muy transparente desde el inicio, asuma la responsabilidad y se ponga a disposición. Es muy importante no encubrir nada y tener un relato cierto en el que se explica todo lo que se pueda explicar, y que toda la comunidad relacionada con el caso no se mueva de este relato. Esta es la única reparación que conozco, pero requiere el paso del tiempo».

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 24 de Enero de 2025
Última modificación: 24 de Enero de 2025

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Cuando aflora un caso de abusos sexuales a menores en espacios de confianza, como pueden ser las escuelas o los centros de ocio, deporte o cultura, el impacto que se produce en la comunidad es enorme. Hablamos no solo de la víctima directa del abuso sino también de todas las víctimas secundarias que se sienten sobrepasadas por un torbellino de sentimientos que nadie les ha enseñado a gestionar en este contexto. La sorpresa, la incredulidad, la culpabilidad, la ira, el miedo. La Fundación Vicki Bernadet, que lleva más de 20 años trabajando en la atención integral, la prevención y la sensibilización de los abusos sexuales a menores, es una de las pocas organizaciones, por no decir la única, que atiende a la llamada de entidades afectadas por estos casos para ayudar a contener emocionalmente y comunicativamente una situación que nunca debería haberse producido. Hablamos de todo ello con Pilar Polo, psicóloga de la fundación y con amplia experiencia sobre el terreno.