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El abordaje del suicidio desde trabajo social

Su papel en la prevención, el seguimiento y la vinculación a la comunidad de las personas con ideación suicida
Agustí Bonifacio

Agustí Bonifacio Guillén

Trabajador social especializado en salud mental infantojuvenil. Unidad de Identidad de género
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Trabajo social y suicidio

Este verano, los medios de comunicación se hacían eco de un estudio publicado por la Universidad Complutense de Madrid, con datos del Instituto de Estadística español (INE), que advierte que el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte de jóvenes y adolescentes de entre 12 y 29 años en España y que, entre los años 2019 y 2021, los casos por suicidio de adolescentes aumentaron un 32%. Según los datos publicados por el INE, en 2022 murieron por suicidio 4.097 personas en España, una media de 11,2 personas al día.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha conmemorado el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, el 10 de septiembre, bajo el lema «Crear esperanza a través de la acción», y alerta que « el 30% de los suicidios se podrían evitar». Y la Confederación de Salud Mental España apunta que «las causas del comportamiento suicida son numerosas y complejas y, la mayoría de veces, están relacionadas con situaciones vitales, ya sean constantes o circunstanciales (como la pobreza, el paro, el abuso de tóxicos, maltratos en la infancia o trastornos mentales)».

Surge, por lo tanto, la necesidad de pensar en un abordaje apropiado y coordinado, transversal e interdisciplinario. Y aquí el trabajo social tiene un papel relevante, puesto que se trata de una disciplina que no solo ha priorizado su  intervención históricamente en los colectivos más vulnerables, sino que, de forma intrínseca, ha tenido una comprensión holística y una perspectiva interseccional de la persona, considerando las opresiones, privilegios, factores ambientales y condicionantes de salud tienen.

Trabajar con la persona y con su entorno

En la práctica cotidiana, cuando se detecta una ideación suicida, una importante desesperanza vital o un gesto autolítico en una persona, desde trabajo social, inmediatamente, se lleva a cabo una exploración de sus circunstancias vitales, conjuntamente con ella (si tiene la edad suficiente),  evitando revictimizarla,  en espacios seguros, de confianza y de escucha, y explorando su entorno. De este modo,  podemos comprender qué puede haber actuado como estresante o precipitando y podemos diseñar conjuntamente un itinerario que haga aumentar la esperanza vital de la persona, o, en caso necesario, llevar a cabo una protección inmediata (cuando se detecta que la causa de la ideación o gesto suicida es una situación de maltrato, por ejemplo).

Trabajo social puede tener un papel fundamental a la hora de detectar qué figuras familiares o personas adultas referentes son las más adecuadas para observar y prestar atención a las señales de alarma.

Teniendo presente que se considera que el 75% de las personas que han consumado el suicidio han hecho alguna advertencia previa, y que entre el 14% y el 20% de las personas que han realizado un gesto autolítico reinciden después de un año, es clave promover la monitorización y la supervisión de la persona durante un tiempo, para evitar nuevos gestos. En este sentido, trabajo social también puede tener un papel fundamental en la hora de detectar qué figuras familiares o personas adultas referentes son las más adecuadas para observar y prestar atención a las señales de alarma, para supervisar, controlar y retirar los objetos peligrosos, por ejemplo.

En el ámbito comunitario, las recomendaciones de las guías actuales nos hablan no solo de la necesidad de intervenir para reducir la angustia vital de la persona y ofrecerle esperanza, sino también de cómo la vinculación y la participación en la red comunitaria incide positivamente en la reducción de nuevos gestos suicidas. El trabajador o trabajadora social puede ser una figura profesional idónea para explorar, detectar y coordinarse con los agentes comunitarios de la salud y del ámbito social, educativo, laboral, asociativo…,  que pueden vincularse en el plan de mejora.

La vinculación y la participación en la red comunitaria incide positivamente en la reducción de nuevos gestos suicidas

Otra de las tareas de trabajo social, además de la coordinación entre profesionales, también es la creación de grupos de apoyo mutuo, la denuncia (por ejemplo, comunicando carencias del sistema) y la promoción de cambios sociales y de mejora de las condiciones de la persona y de familia atendida, pero también de los colectivos especialmente vulnerables.

GAM

Los GAM: Grupos de Ayuda Mutua

Si bien en los últimos años se han llevado a cabo toda una serie de iniciativas entorno a la prevención, como la puesta en marcha del Código Riesgo Suicidio, la publicación de guías y protocolos, la activación de teléfonos específicos, el despliegue de equipos sociosanitarios de intervención comunitaria, etc., todavía hay mucho trabajo por hacer. Para poder abordar de forma integral los factores ambientales que pueden ser de riesgo para la persona, es importante que la intervención de trabajo social desde los distintos dispositivo esté garantizada, y bajo unos mismos protocolos, y apostar por la formación continuada en esta materia. Hay que reivindicar, prevenir y actuar.

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